En Madrid, a 14 de febrero de 1922
Estimado Romeo:
Tengo que confesarle algo. Cuando me asomo a la ventana y le veo, mis ojos se inundan de felicidad. Me encantaría que, la próxima vez que me asome a la ventana, me devolviera usted una de sus preciosas sonrisas.
Un cortés saludo,
Andrea